La transformación del silencio en lenguaje y acción

Colectivo MARRON
7 min readDec 28, 2020

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-Audre Lorde

Audre Lorde

He creído, una y otra vez, que lo que para mí es importante debe ser dicho, verbalizado y compartido, incluso a riesgo de dañarlo o malinterpretarlo; que el hablar me beneficia, más allá de cualquier otro efecto. Estoy parada aquí como una poeta negra lesbiana y el significado de todo eso depende del hecho de que todavía estoy viva, aunque podría no estarlo. Hace menos de dos meses, dos médicos, una mujer y un hombre, me dijeron que tendría que someterme a una cirugía de mama y que había entre un 60 y un 80 por
ciento de probabilidades de que el tumor fuera maligno. Entre ese relato y la cirugía real, hubo un período de tres semanas de agonía por una reorganización involuntaria de toda mi vida. La cirugía se completó y el crecimiento fue benigno.

Pero en esas tres semanas me vi obligada a mirarme a mí y a mi vida con una sinceridad dura y urgente que me ha dejado agitada pero mucho más fuerte. Esta es una situación enfrentada por muchas mujeres, por algunas de las que están hoy aquí. Algo de lo que experimenté durante ese tiempo me ha ayudado a dilucidar mucho de lo que siento sobre la transformación del silencio en lenguaje y acción.

Al hacerme consciente forzosa y esencialmente de mi mortalidad –y de lo que quería y deseaba para mi vida, por breve que fuera–, las prioridades y las omisiones quedaron fuertemente expuestas bajo una luz despiadada y lo que más lamenté fueron mis silencios.

¿De qué había tenido miedo? Preguntar o hablar creía que podía significar dolor o muerte. Pero todos sufrimos de muchas formas diferentes, todo el tiempo, y el dolor cambia o termina. En cambio, la muerte es el silencio final. Y podría suceder rápidamente, ahora, sin tener en cuenta si alguna vez he dicho lo que tenía que ser dicho o solo me he traicionado a mí misma con pequeños silencios mientras planeaba hablar algún día o esperaba por las palabras de alguien más. Y comencé a reconocer una fuente de poder dentro de mí que provino del conocimiento de que si bien lo más deseable es
no tener miedo, aprender a ponerlo en perspectiva da una gran fuerza.

Iba a morir tarde o temprano, hubiera hablado o no. Mis silencios no me habían protegido. Tu silencio no te protegerá. Pero por cada intento que había hecho por decir aquellas verdades que todavía busco, me había contactado con otras mujeres mientras examinábamos las palabras para encajar en un mundo en el que todas creíamos, superando nuestras diferencias. Y fue la preocupación y el cariño de todas esas mujeres lo que me dio fuerza y me permitió escudriñar lo esencial de mi vida.

Las mujeres que me apoyaron durante ese período eran negras y blancas, viejas y jóvenes, lesbianas, bisexuales y heterosexuales, y todas compartíamos una guerra contra las tiranías del silencio. Todas me dieron una fuerza y una atención sin las cuales no habría podido sobrevivir intacta. En esas semanas de miedo agudo llegó el conocimiento –en la guerra que todas estamos librando contra las fuerzas de la muerte, sutiles y de otro tipo, conscientes o no–, no solo soy una víctima, también soy una guerrera.

¿Cuáles son las palabras que aún no tienes? ¿Qué necesitas decir? ¿Cuáles son las tiranías que te tragas a diario y con las que intentas lidiar en silencio, hasta que te enfermen y te maten? Quizás para algunas de ustedes aquí soy la cara de uno de sus miedos. Porque soy mujer, porque soy negra, porque soy lesbiana, porque soy yo misma, una mujer negra poeta guerrera haciendo mi trabajo, vengo a preguntarles, ¿están haciendo el suyo?

Y, por supuesto, tengo miedo, porque la transformación del silencio en lenguaje y acción es un acto de autorrevelación, y eso siempre parece estar lleno de peligros. Pero mi hija, cuando le hablé de nuestro tema y de mi dificultad con él, dijo: “Diles que nunca eres una persona completa si te quedas en silencio porque siempre hay una pequeña parte dentro de ti que quiere ser dicha y si sigues ignorándola, se vuelve más y más loca y más y más furiosa, y si no la dices, un día simplemente se levanta y te golpea en la boca desde adentro”.

En pro de la causa del silencio, cada uno dibuja la cara de su propio miedo: miedo al desprecio, a la censura, a un juicio, al escrutinio, al cuestionamiento, a la aniquilación. Pero sobre todo, creo, tememos la visibilidad sin la cual no podemos realmente ser. En este país donde la diferencia racial crea una constante, si bien no expresada, distorsión de la visión, las mujeres negras, por un lado, siempre han sido muy visibles y, por otro lado, se han vuelto invisibles a través de la despersonalización del racismo. Incluso dentro del movimiento de mujeres, hemos tenido que luchar, y todavía lo hacemos, por
esa misma visibilidad que también nos hace más vulnerables, nuestra negritud. Para sobrevivir en la boca de este dragón que llamamos América, hemos tenido que aprender esta primera y vital lección: que no estábamos destinadas a sobrevivir; no como seres humanos. Y tampoco la mayoría de ustedes aquí hoy, sean negras o no. Y esa visibilidad que nos hace más vulnerables es la que también es la fuente de nuestra mayor fuerza. Porque la máquina intentará convertirte en polvo de todos modos, hablemos o no. Podemos sentarnos en nuestros rincones en silencio para siempre mientras nuestras hermanas y nosotras mismas nos desaprovechamos, mientras nuestros hijos se deforman y se destruyen, mientras nuestra tierra se envenena; podemos sentarnos en nuestros rincones seguros, mudas como botellas, y no tendremos menos miedo.

En mi casa este año estamos celebrando la fiesta de Kwanzaa, la fiesta afroamericana de la cosecha que comienza el día después de Navidad y dura siete días. Hay siete principios de Kwanzaa, uno para cada día. El primer principio es Umoja, que significa unidad, la decisión de luchar y mantener la unidad en uno mismo y en la comunidad. El principio de ayer, el segundo día, fue Kujichagulia, autodeterminación, la decisión de definirnos, nombrarnos y hablar por nosotras mismas, en lugar de ser definidas por otros y que estos hablan por nosotras. Hoy es el tercer día de Kwanzaa y el principio es
Ujima, trabajo colectivo y responsabilidad, la decisión de construir y mantenernos a nosotras mismas y nuestras comunidades juntas y reconocer y resolver nuestros problemas juntas.

Cada uno de nosotras está aquí ahora porque, de una forma u otra, compartimos un compromiso con el lenguaje y con el poder del lenguaje, y con la recuperación de ese lenguaje que se ha hecho trabajar en nuestra contra. En la transformación del silencio en lenguaje y acción es de vital importancia que cada uno de nosotras establezca o examine su función en esa transformación y reconozca como vital su papel dentro de esa transformación.

Para aquellas de nosotras que escribimos, es necesario escudriñar no solo la verdad de lo que decimos, sino la verdad de ese idioma con el que hablamos. Para otras es compartir y difundir también aquellas palabras que son significativas para nosotras. Pero, principalmente para nosotras, es necesario enseñar con el ejemplo y diciendo aquellas verdades en las que creemos y conocemos más allá de la comprensión porque solo así podemos sobrevivir, participando en un proceso creativo y continuo; eso es crecimiento.

Y nunca está exento de miedo, de la visibilidad, de la dura luz del escrutinio y quizás del juicio, del dolor, de la muerte, pero ya los hemos vivido todos en silencio, excepto la muerte. Y me recuerdo a mí misma todo el tiempo que si hubiera nacido muda o hubiera mantenido un juramento de silencio durante toda mi vida por la seguridad, aún habría sufrido y aún moriría, lo cual es muy bueno para poner todo en perspectiva.

Y donde las palabras de las mujeres claman por ser escuchadas, cada una de nosotras debe reconocer nuestra responsabilidad de buscar esas palabras, leerlas, compartirlas y examinarlas en su pertinencia para nuestras vidas. Que no nos escondamos detrás de los simulacros de separaciones que nos han impuesto y que tantas veces aceptamos como propias. Por ejemplo, “No puedo enseñar escritura a mujeres negras, su experiencia es muy diferente a la mía”. Sin embargo, ¿cuántos años han pasado enseñando a Platón, Shakespeare y Proust? O “Ella es una mujer blanca y ¿qué podría tener que decirme?”.
O “Ella es lesbiana, ¿qué diría mi esposo o mi presidente?”. O también, “Esta mujer escribe sobre sus hijos y yo no tengo hijos”. Y todas las otras infinitas formas en las que nos robamos a nosotras mismas y a las demás.

Podemos aprender a trabajar y hablar cuando tenemos miedo de la misma manera que hemos aprendido a trabajar y hablar cuando estamos cansadas. Porque hemos sido socializadas para respetar el miedo más que nuestras propias necesidades de lenguaje y definición. Y mientras esperamos en silencio ese lujo final de la intrepidez, el peso de ese silencio nos ahogará.
El hecho de que estemos aquí y que pronuncie estas palabras es un intento de romper ese silencio y salvar algunas de esas diferencias entre nosotras porque no es la diferencia lo que nos inmoviliza, sino el silencio. Y hay tantos silencios que romper.

* Ponencia presentada en el Panel de literatura y lesbianas de la Modern Language Association,Chicago, Illinois, 28 de diciembre de 1977. Publicado por primera vez en Sinister Wisdom 6 (1978) y The Cancer Journals (Spinsters, Ink, San Francisco, 1980).

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